Santuario del Señor de la Piedra
Amaneció el tres de diciembre de 1753, Rosa Nieto, mujer sencilla de ejemplares costumbres vivía en la parroquia de Sopo a cuyo cargo estaba el cuidado y limpieza de las ropas y manteles de la parroquia. Cada día se dirigía hacia la quebrada La Moya para cumplir con sus labores, entregada como de costumbre a su modesta tarea advirtió una extrañeza en el centro del pozo brillaba una luz que desde el fondo subí a la superficie de las aguas, acercándose cuanto pudo y alargando el brazo, busco en un hoyo abierto en la peña pero solo hayo un guijarro liso y casi cuadrado. Mirándolo con atención le pareció ver en el estampado una imagen del señor.
Con devoción Rosa llevo la piedrecilla y la puso en un altar de su casa, entrada la noche y recogida en su lecho en medio de la oscuridad Rosa asombrada ve que de aquel guijarro desprendía el mismo resplandor que había visto en la fuente. Al día siguiente muy de mañana se presentó ante el párroco Raimundo Forero el cual tenía escasa vista que no vio, ni descubrió la imagen del señor y no le creyó.
Rosa aun no desalentada volvió con lo que ella consideraba como un tesoro a su casita e hizo fervorosa oración por la vista del Párroco. Días después el párroco recupera la vista y le pide a rosa que le muestre el misterioso guijarro y cuán grande sería su sorpresa al poder distinguir en la piedra lo mismo que veían Rosa y otras personas y que no era otra imagen que la del mismo Jesucristo representado en el acto de la flagelación. Poco después de la aparición en 1753, el Párroco Raimundo Forero de Chávez permitió que la imagen se ha expuesta a la veneración de los fieles en una capilla de la iglesia parroquial Divino Salvador por petición de los peregrinos, el Papa Pio IX le concedió indulgencias a esta advocación.
Desde el año de 1909 la imagen del Señor de La Piedra de Sopó fue traslado a su propia capilla. En 1953 se construyó el actual santuario.
